Esto podría haber sido un mail
Teatro

Esto podría haber sido un mail

Esto podría ser un intento de mensaje. Esto podría ser una reseña. Esto podría haber sido solo un mail. Lo que podría ser y no es. Lo que no pasó pero pudo pasar. Lo que pasó y ojalá no hubiese pasado. ¿Qué fue lo que pasó? Entre tentativas y escrituras colectivas, una obra de teatro, unas amistades, unas vidas.

Viernes a la noche salgo velozmente hacia el teatro, voy con mis amigas, hace frío pero la emoción de salir con ellas trae ese calorcito lindo de la amistad. Me siento en la primera fila, la veo, la escucho, la miro mucho, la siento mucho, me conmuevo, aguanto el llanto, me emociono y lo vuelvo a aguantar. Aguantar, disimular es una de las cosas que hemos aprendido a hacer. Se van presentando escenas, imágenes, se producen conexiones, sensaciones. Un piano, un micrófono, una pantalla, unos almohadones y una alfombra. Pienso en los cuerpos, en cuerpos de mujeres, en los cuerpos que ya no están, en nuestros cuerpos ahí juntos esta noche convocados ahora por esta obra y pienso en cuántas provocaciones y convocaciones viven nuestros cuerpos-entre-cuerpos.

Borrar un mail, escribir una obra, ensayar una vida entre la ficción, la autoficción o esas ficciones hegemónicas llamadas realidad. Dice Sergio Blanco, sobre su trabajo autoficcional, que la autoficción nos permite pasar de un trauma a una trama que puede soportarlo todo. ¿Qué otras narrativas, relatos menores podemos construir, crear, imaginar para vivir juntxs? El cumpleaños de un compañerito de clase, un noviazgo entre niñxs, una presentación familiar. La primera carta, aquella de la infancia, una carta de amor. Un corazón y adentro nuestros nombres. Te miraba de lejos, una vergüenza que reconozco hoy en mí y que viene de lejos. Nuestra inocencia se iba desmoronando, un desmoronamiento que nunca acaba.

Prefiero decir que me enamoré de vos cuando te vi; siento que fue mucho después pero quiero pensar que fue en ese instante, cuando mis ojos te vieron por primera vez. “Nada mejor para calmar la ansiedad que un poco de nostalgia”, Morfeo se pronuncia en este lado de acá. Antes de vos hubo otros cuerpos que también me amaron, cobijaron, engañaron, violentaron. Pero contigo hubo siempre una guerra silenciosa que luego fue estruendosa. ¿Será que nuestro amor era eso, un estar ambivalente constante? No lo sé. Hay momentos que extraño tu presencia y otros es tanto el dolor que preferiría borrarte de mis estantes. Pero conservaría los libros, los discos, conservaría la sonoridad suave de tu voz hablándome al oído.

Un encuentro entre una mujer y un hombre en un ómnibus. Una bicicleta, unas (otras) cartas (de amor), un vino. Deseos, sujeciones, mandatos. Palabras que se escriben y que se borran pero que de algún modo permanecen luego de esa escritura inicial. Una multiplicidad de objetos y seres acompañando la escena.

Los encuentros, los cuerpos, un padre, su muerte, una despedida. Las luces son tenues y los ojos miran a ese padre que de a poco se apaga, sus respiraciones son un reflejo de esas luces que invaden la escena, antes, otros sonidos los recuerda angustiantes. Las lágrimas caen en el rostro casi inmóvil. El querer escapar, tal vez como una tentativa de esquivar la muerte. “Papá! ¿qué más dejaste para mí?”.

“Ahí estás larga caja de pino”, decía Alfredo Zitarrosa. El saber que nunca sentiste este dolor en el pecho, eso por algún motivo que no logro discernir, me enoja. Pero te sigo amando y me escaparía con vos, aunque sé que te estarás yendo siempre de mi vida. ¿Por qué la muerte se empecina e insiste en arrebatarnos todo?

Canciones, una playlist, cantar, escribir, enamorarse, reír, llorar. Quiero cantar, la música es lo único que me alivia el alma (escribir también, aunque no siempre). Sonido de piano, conozco esa melodía. Por un instante, mientras esa melodía suena, algo de nosotros vuelve a enamorarse. Y la vida no deja de insistir… late. Ahora todo se agolpa, mi corazón late fuerte, lo siento como un nudo que aprieta mi garganta.

Autoficcionar-nos también como una forma de encontrar a los otrxs, de sentirnos menos solos. Como una forma de sanarnos, de transformar el trauma en trama y de convidar al público con ese proceso, para encontrarnos en esos relatos hegemónicos y ficcionarlos un poco, al menos un poco. En su decálogo, Sergio Blanco plantea la autoficción como posibilidad de transvertirnos, de desordenar huellas, de suspendernos confundiendo el tiempo, exagerar, enaltecernos, traicionarnos, correr todo un poco de lugar, también degradarnos, expiarnos, confesarnos en público, crear lagunas, multiplicarnos y entregarnos en un gesto de generosidad.

Me río, me divierto, me veo ahí, con ella, en las escenas. Logro empatizar con su relato, no lo siento ajeno ni lejano. Pienso en lo que me pasa cuando el humor habla de otros muy otros, cuando me río pero en esa risa no me toca lo narrado. Nos reímos juntas, también de mí misma, me veo ahí en las escenas, como niña, como jóven, como mujer. ¿Terminaré siendo una vieja ridícula? ¿Hoy habrá alguien que me escuche y comprenda? ¿Y ayer…? Y de pronto ahí, en una zona de intimidad, siento cierta complicidad al encontrar una cierta mezcla entre lxs otrxs que hay en mí y lo que hay de mí en lxs otrxs.

Pienso en la autoficción como generosidad, como posibilidad de encuentros, de compartir literatura, teatro, música, charlas, conversaciones. También la autoficción como una posibilidad de generar ciertas distancias que nos permitan sufrir menos, como posibilidad de aliviar, de respirar, de conspirar juntxs. Porque es tan violenta esta ficción hegemónica que ¡claro! también necesitamos el amor no? el amor, se necesita amor, eso es lo que se necesita.

Esto podría haber sido un mail

Texto y Dirección: Leticia Magallanes

En escena: Romina Capezzuto, Matilde Alonso

Escenografía: Noelia Toledo

Vestuario: Fiorella Mornelli, Jimena Viera, Anahí Alday

Visuales/Producción: Lucía Martínez Aguiar

Sonido: María Victoria Parada

Lugar: El Espacio Vacío

La obra estuvo en cartel en mayo de 2024 y se espera confirmación de su regreso.