Basura, innovación y aprendizaje
Articulando su experiencia de acciones que buscan la sostenibilidad desde Casavalle con las ideas del pensamiento complejo propuestas por Edgar Morin, el Estudio Taller Tacho avanza en el ejercicio de prácticas alternativas de co-diseño y colaboración que logren mejorar nuestros hábitos de consumo mediante el trabajo en red.
Aunque la basura ha estado presente desde que el ser humano hizo su aparición sobre la Tierra, es en la actualidad cuando adquiere dimensiones alarmantes, provocando un significativo impacto, no solo ambiental, sino económico. Según datos del Informe Perspectiva Mundial de la Gestión de Residuos 2024 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el costo actual mundial dedicado a la gestión de los residuos es de US$300.000 millones y se prevé que para 2050 este valor se duplique, alcanzando los US$600.000.
Agrega el informe que la economía circular es la única forma de revertir el “modelo tradicional” y evitar “el fin del sistema”. Siguiendo esta premisa, hace un par de años el proyecto Tacho viene trabajando en alternativas productivas que, desde la economía circular, contribuyan a revertir el modelo tradicional y abrir la cancha, tanto a nivel de innovación técnica como de generación circuitos para compartir estas alternativas con la comunidad.
Antes de presentar este proyecto que recién empieza, desarrollado en la cuenca de Casavalle de Montevideo desde hace solo 2 años, vamos a sus fundamentos.
Pensar complejo
Como cualquier problema ambiental, el de la basura nace de la actividad humana. En particular, de una sociedad fundamentada en la economía del consumo y la maximización de utilidades. No es novedad para nadie (pues nos ha sido advertido hasta el hartazgo) que este sistema está llegando a extremos de escala planetaria.
Se va cumpliendo, entonces, la proyección del filósofo francés Edgar Morin: “Hoy día, podemos ver que la aventura de Occidente conduce a un tipo de muerte que es la muerte ecológica, la destrucción de la biosfera. Por todas estas razones, debemos cambiar el sentido de la aventura, porque la aventura occidental conduce al suicidio nuclear o al suicidio ecológico”. Las palabras son de 2005.
Si aceptamos lo expresado por Morin, que el impacto de la globalización ha modificado no solo la realidad concreta, sino nuestro modo de percibirla, es necesario replantearnos la forma en que estamos abordando el conocimiento de esa realidad. Este nuevo escenario nos sacude, nos saca de nuestra zona de confort de certidumbre y nos enfrenta a grandes retos, donde la inercia se transforma en incertidumbre.
Hablamos de promover un cambio cultural profundo. Para lograrlo, se debe ver el conjunto complejo, ese conjunto de ecosistemas donde las realidades inciertas están presentes en el día a día.
Promover e implementar la alfabetización tecnocientífica es condición necesaria para hacer posible la participación pública.
¿Cómo fomentar comportamientos responsables, en nuestros actos y en nuestras relaciones, de modo de promover el cuidado y preservación del ambiente desde una visión integral? El desarrollo tecnológico, el consumismo humano y la globalización económica han impactado en la sociedad, en la vida del hombre y en los ecosistemas. Promover e implementar la alfabetización tecnocientífica es condición necesaria para hacer posible la participación pública.
Esto implica ser ciudadanos en tanto partícipes activos de la comunidad, pero también en tanto educadores participantes de un necesario proceso de aprendizaje que involucre a nuestros pares, emprendimientos, proyectos autogestionados y centros de referencia barrial.
Aún con Morin, nos convocan las estrategias educativas que enfrenten matrices rígidas para generar ambientes de aprendizaje donde el sujeto activo aprenda por descubrimiento y experiencia. Un abordaje que integre la ambigüedad, la imprecisión y la contradicción, incluyendo propuestas como la ecopedagogía e impulsando una postura crítica y abarcadora. Metodologías activas: el sujeto en el centro de los procesos de enseñanza y aprendizaje, el trabajo por proyectos, la resolución de problemas y el aprendizaje cooperativo.
En palabras de Francisco Gutiérrez, “la ecopedagogía pretende no solo reencontrarnos con nuestro entorno, sino dar sentido a las prácticas de la vida cotidiana".
Hay algo en el Tacho
No basta, entonces, reciclar. Hay que avanzar en la complejidad el entorno, integrando las tecnologías disponibles para aplicarlas a lo que nos rodea y, principalmente, compartirlas con las personas que nos rodean. Sostenibilidad no es un lejano ideal de funcionamiento, sino que está presente a nuestro alrededor en los procesos naturales, en la descomposición del material orgánico que vuelve a la tierra, en la reutilización de cosas reparables que enfrenta a la obsolescencia programada del consumo irracional.
Son cosas sencillas que no nos enseñaron, pero estamos a tiempo: darle conciencia a los residuos que generamos y hacernos responsables por ellos. Conocer de donde viene y hacia dónde va cada cosa que llega a nuestras manos. Tomar decisiones con información y compartir ese conocimiento con otres.
Con estas convicciones, Estudio Taller Tacho promueve ideas para reciclar y reutilizar materiales descartados e impulsar una cultura de consumo responsable. Hoy día somos parte de un ecosistema de proyectos junto a diferentes actores de la comunidad que buscan la coherencia entre lo comercial, ambiental y social. El objetivo: mejorar y transformar las lógicas de consumo hacia una mejor convivencia y relación con el ambiente.
La acción colaborativa, el co-diseño, la incidencia en el barrio, el trabajo en red, la habilitación de lógicas alternativas de intercambio… Avanzar en esta clave hace que naturalmente se vayan creando alianzas junto a emprendimientos e instituciones para actuar en la comprensión de problemáticas sociales relacionadas a nuestros hábitos de consumo.
Venite al barrio, te esperamos en Casavalle.