Sueños y realidades: un nuevo ciclo electoral
Foto: El Popular
Política

Sueños y realidades: un nuevo ciclo electoral

Septiembre de 2023. La llegada de la primavera nos anuncia que el año entra en su recta final. Estamos a 12 meses de las próximas elecciones nacionales en Uruguay y la campaña electoral va entrando en calor. Los partidos políticos movilizan sus estructuras y se van preparando para una contienda que se avizora muy competitiva.

El país aparece dividido en dos mitades. Como lo estuvo en 2014 cuando ganó el Frente Amplio, como lo estuvo en 2019 cuando se impuso la coalición multicolor liderada por el Herrerismo y Lacalle Pou ¿Quién se impondrá en 2024? Nadie lo puede anticipar, pero lo que es seguro es que se decidirá por muy poca diferencia.

Las encuestas señalan que los temas que más preocupan a los uruguayos y las uruguayas, además de la actual sequía, son otra vez la inseguridad y la economía. Lo mismo que en 2019.

Pese a lo prometido en campaña el gobierno no ha logrado resultados satisfactorios en ninguno de estos dos temas, demostrando que se requiere algo más que voluntarismo y buenas intenciones.

La creciente inseguridad que vive el país desde hace un largo tiempo se refleja en datos y en sensaciones. La gente tiene miedo. Según el Ministerio del Interior, en el primer semestre de 2023 hubo 187 homicidios en Uruguay. En los barrios populares, los jóvenes mueren en condiciones violentas como nunca lo habíamos visto en nuestro país. Se han instalado nuevas modalidades de violencia, producto del narcotráfico y la marginación, que lamentablemente son cada vez más comunes.

Frente a esta realidad nadie parece encontrar solución y se insiste en recurrir al aumento de penas y a la tipificación de nuevos delitos como única alternativa. Tampoco se avizoran propuestas claras de cara a la próxima campaña. ¿Falta creatividad? ¿Falta audacia? ¿Falta voluntad? Puede ser, pero sobre todo, falta humildad. Humildad para reconocer que el problema nos desborda hace rato y que si no repensamos de cero e integralmente nuestras políticas de seguridad, será difícil que logremos resultados.

Mientras tanto, con cierta resignación, poco a poco, nos vamos acostumbrando a esta “nueva normalidad”.

Por otro lado, la economía. Si bien se ha recuperado la senda de crecimiento tras el impacto de la pandemia, aún estamos lejos de las tasas del periodo 2003-2013. Ya llevamos 10 años de pobre desempeño y otra vez el fantasma del estancamiento, tan presente en la historia económica del país, emerge amenazante. Como consecuencia esta realidad nos encontramos con un mercado laboral poco dinámico, una gran masa de trabajadores y trabajadoras que ganan salarios sumergidos y persistentes niveles de pobreza. Una realidad que afecta en mayor medida a niñas, niños, adolescentes y a los hogares con jefatura femenina. Hay que decirlo bien claro: la pobreza infantil es una de las principales vergüenzas de nuestro país.

Tampoco hay mucha claridad en cómo vamos a lograr romper esta dinámica. Seguimos apostando al mismo modelo de siempre, con un poco más de esto y un poco más de aquello, y seguimos postergando transformaciones estructurales de fondo. Pareciera que no nos queda otra que esperar otro boom de las materias primas o una nueva UPM.

Para completar el panorama podríamos sumar los desafíos en educación, el cuidado del ambiente, la salud mental y … un largo etcétera.

Tal vez la única certeza sea que, gane quien gane la próxima elección, deberá atender desafíos estructurales para los cuales no están claros los caminos a recorrer y que requerirán grandes acuerdos para afrontarlos. Y encima, en medio de un contexto regional y mundial que no parece ayudar mucho.

¿Falta creatividad? ¿Falta audacia? ¿Falta voluntad? Puede ser, pero sobre todo, falta humildad.

En clave política

Más y mejor política. Más y mejor democracia. Es la única forma.

Los grandes desafíos de la actualidad requieren más que nunca una salida en clave política y democrática. Tejiendo acuerdos, escuchando, participando, motivando, diciendo. Animándonos a soñar y a construir proyectos por los que valga la pena luchar.

Vivimos tiempos difíciles para la política. Como señala Zygmunt Bauman, “el arte de retramar los problemas privados convirtiéndolos en temas públicos está en peligro de caer en desuso y ser olvidado”.

El mundo se ha tornado especialmente violento y hostil, marcado por la desigualdad, las guerras y el hambre. Las crecientes tensiones entre países y regiones, exaltadas por la guerra de Rusia y la multipolaridad, no hacen más que dificultar el diálogo entre naciones. A la interna de los países, la crispación social va en aumento. Basta hacer una recorrida por la realidad de nuestra región para comprender la dimensión de la crisis política y social.

El capitalismo vive y lucha. Pese a los golpes que significaron la crisis de 2008 y el impacto de la pandemia, el sistema ha logrado reponerse, demostrando una enorme capacidad de resiliencia. Pero al mismo tiempo, cada vez se hace más evidente que se necesita un cambio. Desde los mismos centros de poder comienzan a elevarse voces críticas. Es un modelo agotado, que ya ha demostrado todas sus limitaciones y que está destruyendo nuestro planeta. Pero las alternativas no son claras.

La posibilidad de construir otro modelo de sociedad parece tan urgente como lejana. La sociedad de la sobreinformación y el cansancio nos abruma. Nos divide, nos exige.

En este contexto, apostar por la política significa redoblar la apuesta. Ir a contracorriente en un mundo que se nos hace cuesta arriba. Reconociéndonos sujetos, actores protagonistas de la historia. Con humildad y firmeza. Con la convicción de que, pese a todo, es posible construir un mundo mejor.

En Uruguay pareciera que todavía tenemos cierto margen de acción. El diálogo y la construcción colectiva siguen siendo una apuesta válida y reconocida por la gente. Conservamos ciertas tradiciones que nos identifican y nos enorgullecen. Uruguay lleva casi 40 años de democracia ininterrumpida y en este tiempo han gobernado los 3 partidos políticos principales, alternándose en el poder sin mayores sobresaltos. Se han desarrollado importantes políticas de Estado que han trascendido los gobiernos y han generado bienestar en la población.

Desde tu sindicato, desde tu partido político, desde tu organización social, participar, involucrarse.

Pese a todo, en Uruguay seguimos confiando en el sistema político y en la democracia como la forma de dirimir nuestros conflictos. Este es un activo que costó sangre sudor y lágrimas y que debemos cuidar y preservar. La historia reciente nos recuerda que no somos inmunes al debilitamiento de la democracia. No somos excepcionales.

Asumir el compromiso

La política debe estar a la altura de las circunstancias. En el inicio de un nuevo ciclo electoral, es bueno tener presente que no se puede gobernar de espaldas a la gente. Esto parece un cliché, pero no lo es. Si la política no logra dar respuestas a los problemas cotidianos de la población, esta pierde sentido.

Exigimos respuestas a nuestros problemas porque merecemos vivir mejor. Es posible y está bien que no nos conformemos.

Pero esto necesita un poco de todos. No hay política sin el involucramiento de las personas. La democracia se fortalece participando.

La apatía y la desconfianza amenazan la política. Más aún cuando muchos de los problemas que nos afectan parecen trascendernos. En un mundo hiper burocratizado e híper globalizado, donde las decisiones más importantes parecen tomarse lejos del alcance de los pueblos. ¿Para qué involucrarse? ¿Qué sentido tiene? Una pérdida de tiempo total.

Frente al poder económico global que rige los destinos del mundo, la política local pareciera volverse insignificante. ¿Hay margen de acción para nuestros gobiernos nacionales, departamentales y municipales? Yo creo que sí. Lo hemos visto. No da lo mismo.

Según Arendt, la política “es una necesidad ineludible para la vida humana, tanto individual como social. Puesto que el hombre no es autárquico, sino que depende en su existencia de otros, el cuidado de ésta debe concernir a todos, sin lo cual la convivencia sería imposible”.

Construir con otros. Salir de nuestras trincheras. Trascender nuestras preocupaciones particulares. Buscar acuerdos. Reconocernos en el vínculo con el otro diferente. Compartir espacios. Necesitamos más de eso.

Desde tu sindicato, desde tu partido político, desde tu organización social, participar, organizarse.

Como dice el Pepe Mujica, “los sueños hay que pelearlos, para que sean menos sueños y más realidad”.

Nos espera una larga e intensa campaña por delante. Ojalá podamos escuchar propuestas sólidas y audaces, comprometidas con los problemas del país. Ojalá podamos construir amplios acuerdos que nos permitan avanzar hacia un país más próspero y justo. Ojalá podamos superar nuestras limitaciones y animarnos a soñar un futuro diferente.

Luchemos contra el conservadurismo y la apatía. Contra la mezquindad de los poderosos que sostienen el statu quo.

Lo necesitamos. Para vivir más seguros, para mejorar la educación, para terminar con el hambre y la pobreza, para que a nadie le falte trabajo, para reconstruir convivencia, para cuidar a nuestra gente y proteger nuestro ambiente.

Nos lo merecemos.