Primero lo primero ¿Sofia Alvez? Sí. La Sofi viene de Piedras Blancas insistiendo a fuerza de canción y talento hace unos constantes quince años. Tomó impulso desde la Usina Cultural de Casavalle, donde formó parte de la banda candombera Guyunusa. Tiempo después, de la mano de una XO, estaba grabando canciones que, sin importar la calidad de audio, ya eran bien recibidas desde una cuenta de SoundCloud.

Se trilló buses, bares, casas culturales y todo espacio que podía recibirla dejando a su paso el gusto a bossa nova y a Samantha Navarro (La Dulce) a quienes usualmente nombra como dos influencias cardinales. Ella dice que solo sabe hacer música. Dueña de una voz infalible, una cartera infinita de melodías y siempre en swing con cualquier instrumento que se le ponga enfrente, fue haciéndose de un respeto entre colegas y amigas que no tiene discusión si alguna vez la viste en acción.

En 2016, comienza un periplo discográfico que hasta a la fecha asciende a 11 placas concretadas de manera independiente: Ardor auricular, Ventilar, Danza, Uap!, Clausurado, Canciones de tapa blanca y negra, La forma del lodo, Otoño denso, Pieles, Trap Rap y Reggeatón (compilado) y Febrero.

Su último trabajo, producido por Diego Morales, Patuco López y la propia Sofía, fue presentado el pasado 16 de agosto en una Sala Zitarrosa repleta, consagrando un momento de consolidación en su carrera, con un sonido más trabajado y canciones que se abren paso dejando hondas huellas. En el esperado concierto, se presentó con su banda estable conformada por Jeremías Pazos (bajo), Valentín Pujol (batería), Matías Pose (guitarra eléctrica), Mauricio Fernández (teclados) y Marcos Casas (percusión) y más de una docena de invitadxs especiales.

Luego de la apertura del cantautor y compositor Seba Ulivi, dio inicio lo que fue a la vez la presentación de su último disco y un repaso hasta entonces inédito de su prolífica discografía. Así, se sucedieron más de 20 canciones, desde bossas de amor hasta un sonido más bailable y tropical impulsado por arreglos y fusiones a la vez insospechadas y poderosas.

"Sangrando hacia donde sonríe", como dice la letra, se instala un momento íntimo con Canción para morir, en trío de guitarras con Thiago Hernández como invitado, y la destructora declaración de amor La suerte, junto a la espectacular Camila Ferrari en voz principal. La sala, llena, lagrimea.

Pero Febrero sigue sonando y también se cuela uno de sus últimos sencillos, Azul selva, que nos mete en el mundo del trap, para luego subir la intensidad y cerrar con Fuego, una bomba candombera que explota en cuerda de tambores. Cada uno de los músicos se cuelga un tambor y atraviesa la sala en modo comparsa hasta de 18 de julio, donde el escenario se vuelve vereda y el concierto, sonido de la ciudad.