El equipo más progresista vuelve a primera división
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El equipo más progresista vuelve a primera división

El sábado que se jugaba la fecha 10 del Torneo Apertura del fútbol yorugua, me levanté, miré para afuera y agradecí el changüí soleado en medio de tanto diluvio. Es que ya había sacado entradas para ir a conocer el Abraham Paladino, estadio donde oficia de local el Club Atlético Progreso en el barrio de La Teja. Era el clásico del oeste ante Liverpool.

Sebastián Torterola

Además de volver a primera división, sorpresivamente el Gaucho del Pantanoso venía segundo, pisándole los talones a Peñarol, y llevaba un invicto de más de un año. Salí rumbo a La Teja lleno de expectativa y con un poco de susto: “Solo pido que no sea hoy que pierda el invicto y me convierta en mufa para siempre”, pensaba arriba del Cutcsa.

Además de ser un club de barrio, de un barrio obrero que cuenta con una plaza llamada Raúl “Bebe” Sendic (La ex Plaza Lafone), Progreso fue presidido por una de las máximas figuras en la historia de la izquierda uruguaya: Tabaré Vázquez. Fue entre 1979 y 1989, año donde logró su único título de Campeón Uruguayo. Ese año también fue elegido Intendente de Montevideo por primera vez. Además, el abuelo de Tabaré, Don José Vázquez, también presidió este club fundado en 1914 por integrantes del sindicato de picapedreros, muchos de ellos anarquistas.

Cuando el juez pita el fin del primer tiempo del clásico del oeste, mis temores se están haciendo realidad: Progreso cae ante Liverpool en su casa 0-1. Para peor, aún no se ha cumplido la ley del ex, ya que el endiablado Luciano Rodríguez, juvenil campeón del mundo sub-20 surgido en el Gaucho, transferido a Liverpool y actualmente en las gateras de un pase millonario a Europa, podía hacer de las suyas en cualquier momento.

Tratando de espantar la nube negra de la yeta, miro el entorno soleado de la cancha. No me esperaba este gran parecido a un estadio del interior, como el Matías González de Artigas, donde iba siempre de chico a ver a mi viejo jugar en San Eugenio con la expectativa de que me compraran un pancho.

A mi izquierda, la postal del Cerro de Montevideo se alza por detrás del alambrado. Al frente, la hinchada negriazul festeja su triunfo parcial visitante. A mi derecha la barra de Progreso está meta redoblante y atrás, cruzando el arroyo, flamea la llama de la refinería. El escenario no puede ser más apacible y familiar: el potrero donde nació el fútbol aún está a la mano.

Empieza el segundo tiempo y Progreso no da pie en bola. Para peor, se lesiona y sale Jorge González, el zaguero que estaba salvando las papas en la defensa. Liverpool gana tranquilo, la cancha está fea por la cantidad que llovió, la pelota no pica ni corre.

La tradición progresista de este barrio se refrenda todos los años, cuando cada 1º de mayo baja la columna Cerro-Teja, que marcha desde la Plaza Lafone hasta la Aguada para participar del acto obrero. Y recuerdo también un confuso episodio que llevó a que Progreso presentara una denuncia penal luego de una acción policial en un partido contra Cerro en 2022. En esa ocasión, en plena campaña por el plebiscito para derogar la Ley de Urgente Consideración (LUC), la directiva denunció que la policía realizó una requisa irregular de mercadería en la tienda oficial del club, alegando que buscaban material político en favor de la papeleta del Sí.

Esta denuncia mereció declaraciones públicas del presidente Lacalle Pou y del entonces ministro del interior Heber, negando cualquier intencionalidad. Sin embargo, el club también denunció que la policía impidió el ingreso al estadio de hinchas con ropas con “mensajes políticos”. Todo esto el mismo año que el Club Social y Deportivo Villa Española fuese intervenido por el MEC, que apartó a una directiva militante por los derechos humanos y el activismo social desde el deporte.

No pasa nada en el partido, sigue 0-1. Hasta que en dos segundos, alguien traba una pelota que viaja hasta Franco López. El goleador del campeonato la controla sin tocarla, se da vuelta y clava tremendo derechazo en la red. Se enciende el Paladino de amarillo y rojo. El partido se vuelve disputado, con chances para ambos lados. Los cambios renuevan a los equipos.

Pero los referentes son quienes terminan haciendo la diferencia. El “Gato” Gastón Colman, incansable en sus desbordes por izquierda, encabeza un nuevo contragolpe haciendo una pared con el juvenil Nicolás Fernández. Logra llegar a la línea final y centrar rasante atrás para la llegada del “Coquito” Álex Silva, el capitán del Gaucho, que saca un tiro seco para darlo vuelta en la hora.

En esa cancha de 3000 personas donde todos se saludan porque se conocen de toda la vida, festeja el veteranaje y se abrazan los pibes de barrio. Yo suspiro porque por esta vez zafé. Cuando me voy yendo, buscando el portón de salida, me encuentro con la mejor despedida: tres doñas están cortando y repartiendo torta de cumpleaños del club nacido un 30 de abril hace 107 años. ¡Salud Progreso!