El hilo de la memoria: raíces de Juan Lacaze
La necesidad de “salir del silencio” en relación el cierre de la fábrica textil Campomar y Soulas, y el consiguiente impacto generado en obreros y familiares de Juan Lacaze, llevó a Pamela Allala a desarrollar un rescate de memoria a través de hilo y aguja para materializar la identidad de un pueblo.
El Hilo de la Memoria: Dignificando nuestras raíces es el título de un proyecto de arte de Pamela Allala, artista visual y diseñadora textil oriunda de Juan Lacaze y parte de una familia de trayectoria laboral textil. Esta obra, que viaja desde la arteterapia hasta el arte contemporáneo, vincula memorias dichas y no dichas de la vida obrera y las historias de los ex-trabajadores (y familiares) de la textil Campomar y Soulas que participaron en los 18 talleres a cargo de la artista junto a la psicóloga Valentina Muñoz. La experiencia resulta en un proceso arteterapéutico que incorpora el acto de bordar como herramienta principal.
“Hay un momento en que ‘remirar’ las raíces se hace impostergable. Como una planta que sólo florece si su raíz está nutrida y oxigenada, nuestras raíces son obreras y en ellas se guardan largas memorias, pliegues ocultos que ni siquiera imaginamos”, se puede leer en la presentación de la exposición/instalación.
Campomar se inició como industria en Juan Lacaze desde el 1900 y fue omnipresente en la dinámica social de la población local, ya que su influencia se extendió en la mayoría de los ámbitos de convivencia a través de la creación de teatros, escuelas e instalaciones deportivas. La empresa perduró por casi un siglo: cuatro generaciones de normalización de un estilo de vida hasta su cierre en 1994.
Este proyecto, seleccionado por los Fondos Regionales para la Cultura del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), nace desde la necesidad propia de la artista de salir del silencio sostenido durante décadas referente a la crisis que significó el cierre de la industria; un duelo que no pudo ser procesado. En palabras de Francisco Abella “un camino de duelo y sanación para abordar este fenómeno desde una mirada local”.
Durante los talleres, se abordaron las memorias individuales y colectivas de la vida obrera textil, el cierre de la fábrica y sus consecuencias. A través de las palabras y las evocaciones, fueron dejando salir a la luz las memorias de lxs participantes y volcándolas luego en las sesiones de bordados en las cuales rostros, nombres, edificios, entre otras cosas, fueron trasladados, aguja e hilos mediante, a las telas.
Este proyecto se desarrolló en la ciudad de Juan Lacaze durante tres años en diferentes etapas. Primero, con un grupo de diez ex-trabajadores de la textil; luego, en los procesos de muestra y exhibición donde se generaron talleres de bordado, diálogo y escritura de memoria. Finalmente, en la escuela pública nº39, los niños, herederos de una historia que no conocían, también participaron.
“El proyecto tiene que ver directamente con la identidad obrera y con muchas historias ocultas. El cierre de Campomar dejó sin su pan a muchas familias y eso quedó bastante oculto. Además, se trabajó desde el concepto de lo ‘transgeneracional’, ya que una situación tan crítica y movilizadora genera efectos profundos a nivel simbólico. Obreros y obreras remendaron su historia y la convirtieron en arte”, expresa Allala.
Las creadoras comprenden que la memoria es constructora de futuro y que este no existe si no se realiza un sano proceso de duelo. Este fue el motor principal del proceso creador y transformador.
“Aquí se abre un portal para reencontrarnos con nuestras raíces obreras textiles, a honrarlas, desde el amor y el respeto, puntada a puntada; como un acto ritual que lleva el hilo desde el corazón al cielo y desde ahí a la tela. Un movimiento que busca bordar y remendar nuestra dignidad en un tiempo sostenido donde es posible hilar la historia que nos trajo al presente y, desde ahí, construcción de futuro. El tiempo es vida y el cuerpo es un territorio fértil”, escriben las creadoras.