La comunidad en tensión
Especialmente en barrios de la zona metropolitana, el aumento de la presencia de organizaciones delictivas asociadas al narcotráfico, sumado a la creciente fragmentación socio-territorial, han generado dinámicas que tensionan la convivencia diaria y exigen nuevos abordajes de intervención. ¿Qué alternativas de convivencia se pueden impulsar desde la comunidad para renovar la esperanza?
En este último tiempo, la principal preocupación de las y los uruguayos ha girado en torno a la inseguridad y el deterioro de la convivencia, aspectos que afectan directamente la vida en comunidad. En particular, se observa un avance significativo del narcotráfico en nuestro país que ha traído aparejado nuevas dinámicas delictivas para las cuales el país no estaba preparado y que no se ha logrado revertir.
El actual gobierno ha recurrido a reforzar la represión y el aumento de penas, logrando únicamente que crezca considerablemente el número de personas privadas de libertad en el país, pero sin poder cambiar la realidad.
No hay amenaza mayor para nuestra democracia que el deterioro de la convivencia ciudadana.
Atendiendo a esta realidad, desde 2021 el Instituto Juan Pablo Terra viene desarrollando una línea de trabajo sobre convivencia, que responde a las nuevas formas de violencia y su impacto en el trabajo socioeducativo.
Inicialmente, se realizó un conversatorio con vecinos y vecinas de diversos barrios de Montevideo y referentes de organizaciones sociales. Esta instancia contó con la presencia de Gustavo Leal, Beatriz Brites y Juan Faroppa.
Luego, se organizó un ciclo de talleres con referentes, equipos técnicos y educadores y educadoras de organizaciones sociales, abordando este tema desde la propia experiencia en territorio, apostando al intercambio y a la reflexión compartida. Hasta el momento se realizaron cinco encuentros, dos de ellos en Casavalle, otros dos en el eje ruta 8 (Camino Maldonado y alrededores) y uno en Paysandú. Todos ellos contaron con un gran número de participantes y fueron muy bien valorados.
Las primeras instancias estuvieron lideradas por Gustavo Leal y giraron en torno a la caracterización de las nuevas formas de violencia comunitaria y los desafíos que atraviesan en el día a día los equipos de proyecto socioeducativos en territorios con presencia de organizaciones delictivas asociadas al narcotráfico.
Tras este primer ciclo y atendiendo algunas de las demandas planteadas por las organizaciones, se decidió profundizar en la temática Las segundas instancias estuvieron a cargo de Sandra Leopold donde se abordaron las tensiones que viven las organizaciones sociales que trabajan con estas realidades, reflexionamos sobre el sentido de nuestro trabajo en estas circunstancias y nuestro rol como actores de transformación social y construcción de comunidad.
Una mirada regional
Este trabajo se viene realizando en el marco de la Plataforma Mercosur Social y Solidario (PMSS), un espacio que nuclea 16 organizaciones de Chile, Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay. El Instituto representa a Uruguay en conjunto con el Centro Cooperativista Uruguayo.
El año pasado, desde la plataforma se definió abordar la democracia como tema, entendiéndose que en los últimos años la región ha vivido un proceso de debilitamiento y un avance del modelo conservador y oligárquico.
Esta apuesta de contribuir con la revalorización de la democracia a nivel regional dio un nuevo empuje para profundizar el trabajo desarrollado en el Instituto con las redes de organizaciones sociales en torno a la convivencia, entendiendo que no hay amenaza mayor para nuestra democracia que el deterioro de la convivencia ciudadana.
La convivencia comunitaria crea un entorno propicio para el ejercicio de la democracia al promover la participación activa de los ciudadanos en los asuntos que afectan a su comunidad. Cuando los individuos interactúan de manera positiva y constructiva en su entorno local, la vida en democracia se fortalece.
La convivencia comunitaria fomenta la práctica del diálogo abierto y el intercambio de ideas entre personas con diferentes puntos de vista. Estas interacciones sociales contribuyen a la formación de una ciudadanía informada y comprometida, capaz de participar de manera significativa en la toma de decisiones políticas y en la construcción de consensos.
Juan Pablo Terra y el “ideal democrático”
En su libro ‘Mística, desarrollo y revolución’, Juan Pablo Terra dedica todo un capítulo al “ideal democrático”.
Para Terra, “la democracia no es un modo concreto de organización”, sino que es un ideal, un ideal utópico, inalcanzable, inagotable. Un ideal que nos orienta y al que siempre podemos aproximarnos un poco más (o alejarnos). Desde esta concepción, la democracia, no es solo un medio para conducir a la sociedad a mejores resultados, sino que también es un fin en sí mismo. La vida en democracia es el espacio de realización personal, donde, en sus palabras, se ejercita “el ideal de la participación libre y responsable del hombre común en la vida colectiva”.
Los nodos comunitarios de convivencia son una propuesta que reafirma la centralidad del rol del Estado, de las políticas integrales, de la importancia de construir alternativas desde y con el territorio.
El deterioro de la seguridad pública, el avance del narcotráfico, el debilitamiento de las condiciones de convivencia ciudadana, alteran significativamente la integración social y la vida en comunidad. Los lazos comunitarios se debilitan y se obstaculiza la participación, y la democracia se resiente, pierde vitalidad.
Esta realidad afecta a toda la sociedad, pero especialmente a los sectores vulnerables que se encuentran más desprotegidos.
Hemos identificado algunas claves desde donde pensar estas realidades. Está claro que el Estado es el responsable de asegurarnos a todos ciertos niveles mínimos de seguridad y velar por la convivencia, donde participar no sea un riesgo. La comunidad, las familias y las organizaciones sociales tienen un rol también a jugar en la promoción de convivencia, pero sin un Estado presente, no hay forma posible de enfrentarse a esta realidad.
De nada sirven políticas aisladas y fragmentadas, se requiere políticas integrales que lleguen coordinadas y con fuerza al territorio, para empujar sostenidamente las transformaciones necesarias.
Hay una dura batalla que se juega a nivel concreto y material, pero también en el marco de lo simbólico y lo cultural. En la sociedad del miedo, del sálvese quién pueda, se nos hace difícil salir al encuentro del otro. En este contexto, construir colectivamente, buscando generar alternativas desde la diversidad y la pluralidad de ideas, con la mirada puesta no solo en lo urgente (que es muy necesario) sino también con una perspectiva de largo plazo, se ha convertido en una actitud cuasi contracultural.
Renovando la esperanza
El 25 de mayo se llevó adelante un encuentro en el Instituto Juan Pablo Terra convocado por la organización de vecinos y vecinas “la Vida Vale”, que reunió referentes de organizaciones sociales que trabajan en territorio.
Cómo un halo de renovado optimismo entre tanta desesperanza, este encuentro nos permitió intercambiar en torno a propuestas concretas y trascender la pura catarsis (tan necesaria a veces). Así, se puso a consideración una propuesta que se viene trabajando desde hace un tiempo de manera colectiva: los nodos comunitarios de convivencia.
Una propuesta que reafirma la centralidad del rol del Estado, de las políticas integrales, de la importancia de construir alternativas desde y con el territorio. Una propuesta que se enmarca en nuevo paradigma de políticas de Estado, que busca fortalecer lo común, que entienda el tejido comunitario como elemento central y una verdadera vía hacia la transformación estructural y sostenible de la realidad.
Para llevar adelante harán falta recursos y voluntad política, pero también, y sobre todo, una nueva forma de entender las políticas sociales, con una verdadera participación de la comunidad, sin soluciones mágicas ni rápidas, pero que habiliten verdaderos procesos de transformación.
Hacia allá vamos.