Del desarrollo a la utopía
Sociedad

Del desarrollo a la utopía

Abriendo paso entre la amplitud del término “desarrollo”, se vuelve significativo examinar de qué manera una estrategia de desarrollo conduce a tener presente el pensamiento utópico, es decir, la construcción de cómo puede transformarse el mundo actual en pos de alguna imagen futura de un mundo deseado.

César Failache

El término “desarrollo” es tanto polisémico como polémico. Es polisémico porque el uso del mismo – al menos desde la segunda mitad del siglo XX hasta el presente – hace referencia a diferentes fenómenos sociales. También por ello es polémico, porque no pocas veces se puede asistir a lo que se llama ¨un diálogo de sordos¨, cuando interlocutores creen hablar de un mismo tema, pero refieren a fenómenos diferentes.

Por una parte, el desarrollo se vincula a las ciencias de la Historia y de la Sociedad, en tanto se pretende describir un proceso ocurrido en un período específico de alguna sociedad, de una región, un país, incluso de la Humanidad como objeto de estudio. Por otra, se refiere habitualmente a la elaboración de un proyecto social y colectivo, un programa de acción con metas a alcanzar en períodos específicos. Su elaboración y ejecución deberían poner en debate a la sociedad toda en tanto instancia política y expresión de la cultura que lo produce.

No pocas veces se puede asistir a lo que se llama ‘un diálogo de sordos’ cuando interlocutores creen hablar de un mismo tema, pero refieren a fenómenos diferentes.

Al referirnos al primer aspecto, desde la economía se aportan dos categorías importantes: acumulación de capital y crecimiento. Se suele considerar a las enseñanzas de dichos estudios como bases fundamentales para un programa de acción que quiera transformar la realidad. No obstante, ya entrado el siglo XXI, son numerosos los estudios que permiten concluir que es muy difícil extrapolar procesos de unas realidades a otras, por lo que aparece otro aspecto a considerar: el pensamiento utópico. Este pensamiento que, a veces de forma no perceptible, sostiene al desarrollo como meta de una sociedad que se pretende acorde a objetivos trascendentes de larga data, como la libertad, la justicia, el bienestar, la fraternidad, entre otros; o más específicos, como las denominadas Metas del Milenio, la sostenibilidad ambiental y social.

La relevancia del pensamiento utópico al considerar el tema del desarrollo no es nueva. De hecho, se viene considerando desde mediados del siglo XX, pero ha adquirido notoriedad a la luz de algunas reflexiones recientes que sintetiza de manera elocuente el economista Amartya Sen a través de sus investigaciones realizadas desde mediados del siglo XX hasta el presente.

Dos aspectos merecen considerarse de las investigaciones de Sen respecto a la vinculación entre el desarrollo y la búsqueda de nuevos horizontes próximos a la utopía. En primer lugar, la necesidad de superar algunos problemas cruciales del mundo contemporáneo que marca la globalización, como es el caso de la sostenibilidad ecológica y la lucha contra las desigualdades económicas y sociales entre países y al interior de los mismos.

En segundo lugar, el reconocimiento de que los útiles teóricos para describir, comprender y explicar los procesos económicos suelen estar imbuidos de representaciones ideales de la sociedad, que suelen asemejarse mucho, o constituir de hecho, una forma específica de utopía. Es el caso del enfoque de la Ciencia Económica más aceptado por los círculos académicos, como bien ha puesto de relevancia el mismo Amartya Sen en sus trabajos sobre la denominada “economía del bienestar” y la teoría de la elección social. Como el personaje de Molière de la obra ¨El burgués gentilhombre¨ que descubre que ¨siempre habló en prosa¨, Sen nos advierte que los economistas han (hemos) estado filosofando siguiendo una filosofía utilitarista para sostener las ventajas del mercado, creyendo en que el mundo funciona de acuerdo a dicha filosofía, y teniendo fe en una mera utopía, que, fuerza reconocerlo, aparece como coherente y sistemática.

Sen nos advierte que los economistas han (hemos) estado filosofando siguiendo una filosofía utilitarista para sostener las ventajas del mercado.

Para concluir, definir un proyecto de desarrollo y evaluar sus méritos y pertinencia requiere una reflexión crítica de la producción de conocimiento sobre el tema del desarrollo. Corresponde al ciudadano atender a la razonabilidad de los argumentos que se presenten, a los objetivos que se persigan y al papel que tenga en la elaboración y ejecución de las políticas que supone una estrategia.

Cada período y lugar donde se elabore una estrategia de desarrollo tiene su especificidad, por lo que es difícil establecer un criterio válido universal y temporalmente. Atento a este aspecto, es también Sen quien propone dos claves para evaluar el proceso de desarrollo. En primer lugar, entendiendo el desarrollo como un proceso que amplíe las libertades de todas y cada una de las personas. En este sentido, el enfoque es coherente con la concepción neoliberal centrada en la libertad, es decir, concibiendo como prioritaria la capacidad de cada quien de llevar adelante la vida que elija. Pero, en segundo lugar, atendiendo a la justicia social prevaleciente, en particular en la denuncia y consideración de las situaciones de injusticia.

A partir de esos dos criterios, se propone atender la posible exclusión de cualquier persona de la participación en la vida política democrática. Pero también supone cumplir tres objetivos principales, todos con el mismo orden de importancia. En primer lugar, asegurar el acceso a los servicios de salud. En segundo lugar, facilitar el acceso a la educación y al fortalecimiento de la autonomía de conciencia de cada persona. En tercer lugar, crear las instituciones y mecanismos sociales que permitan a las personas contar con recursos para evitar la miseria, sea participando en las tareas de producción de bienes y servicios, sea mediante los servicios de seguridad social que brinden una ¨seguridad protectora¨ para sortear la miseria.

En un trabajo anterior del Instituto Juan Pablo Terra , abordamos varias miradas que desde el humanismo cristiano son coherentes con esta concepción, y definimos algunos problemas que se consideran centrales en una estrategia de desarrollo. El trabajo elaborado en 2015 admite algunas reflexiones adicionales: la crisis planetaria del Covid, las crecientes amenazas climáticas y ambientales, la mayor fuerza de un discurso neoliberal que no recoge las enseñanzas de las crisis recurrentes de las últimas décadas del siglo XX y de inicios del XXI, así como la creciente desigualdad social entre países y al interior de los mismos.

1_Ver Failache, C. (2015): La estrategia de desarrollo desde la perspectiva del humanismo cristiano. Documento 13. Instituto Juan Pablo Terra.